| Esa malhadada mujer (Travesuras de la niña mala, por Mario Vargas Llosa) | | | |
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Oswaldo
Salazar
Esa
Malhadada
Mujer
Según
se
cuenta
en
los
anecdotarios
filosóficos
,
cuando
G
.
W
.
F
.
Hegel
,
el
gran
filósofo
de
la
Alemania
romántica
,
publicó
su
Fenomenología
del
Espíritu
,
no
faltó
quien
pusiera
en
duda
que
se
trataba
de
una
obra
filosófica
que
había
que
someter
a
sesudo
escrutinio
racional
.
Más
bien
(
se
argumentaba
en
defensa
de
esta
tesis
)
parecía
una
novela
que
contaba
la
vertiginosa
historia
de
un
personaje
abstracto
llamado
“
idea
”.
El
tiempo
pasó
y
el
debate
,
como
bien
sabemos
,
se
resolvió
concibiendo
la
obra
como
la
piedra
de
toque
del
Idealismo
Alemán
y
la
base
del
último
gran
sistema
filosófico
del
racionalismo
continental
.
En
la
sombra
quedó
la
inquietante
sugerencia
de
una
lectura
tropológica
que
buscaba
sustituir
la
certeza
conceptual
por
la
ambigüedad
narrativa
.
Travesuras
de
la
niña
mala
,
la
última
novela
de
Mario
Vargas
Llosa
,
que
ha
sido
vitoreada
en
las
últimas
semanas
como
una
de
sus
mejores
obras
y
un
paso
firme
en
el
camino
al
Nobel
,
plantea
esta
misma
problemática
.
Como
pocas
,
esta
novela
se
lee
con
la
obsesión
adictiva
de
los
folletines
;
pero
también
(
y
quizá
por
ese
rasgo
particular
)
sus
folletinescos
lectores
encuentran
el
placer
inmediato
en
una
ociosa
y
cómoda
lectura
literal
.
En
esta
línea
,
Travesuras
de
la
niña
mala
no
es
más
que
la
historia
trivial
,
contada
a
saltos
,
de
los
inverosímiles
encuentros
de
dos
amantes
dignos
de
una
serie
televisiva
para
clase
media
.
Esta
vez
,
Vargas
Llosa
no
es
didáctico
como
lo
fue
en
La
tía
Julia
y
el
escribidor
.
Acá
no
se
preocupa
por
distinguir
dos
planos
de
referencia
discursiva
:
el
del
ecrivain
(
escritor
)
que
emprende
el
gran
proyecto
flaubertiano
(
y
,
por
supuesto
,
goetheano
)
de
la
educación
sentimental
,
y
el
del
ecrivant
(
escribidor
)
que
sólo
se
ocupa
de
mantener
viva
la
curiosidad
del
cotidiano
consumidor
de
productos
masificados
.
En
La
tía
Julia
y
el
escribidor
los
dos
planos
se
reflejan
en
un
juego
de
espejos
:
por
un
lado
,
el
dramatismo
de
la
radionovela
se
reproduce
en
el
abultado
aprendizaje
sentimental
de
“
Varguitas
”,
y
por
otro
,
la
carrera
literaria
del
autor
se
forja
en
la
admiración
de
las
técnicas
del
escribidor
.
De
esta
forma
,
Vargas
Llosa
exploró
por
primera
vez
la
posibilidad
de
elaborar
una
novela
racional
en
el
estricto
sentido
del
término
,
es
decir
,
una
historia
que
incluye
,
en
su
fondo
reflexivo
(
esto
es
,
“
aperceptivo
”),
la
historia
de
la
historia
.
Ahora
,
alrededor
de
veinte
años
después
,
luego
de
algunos
aciertos
(
La
fiesta
del
Chivo
)
y
desaciertos
(
El
paraíso
en
la
otra
esquina
),
y
sobre
todo
en
el
marco
desfavorable
de
una
generación
(
la
del
Boom
)
que
cada
día
se
ve
más
distante
,
el
autor
nos
entrega
una
novela
en
la
que
estos
dos
planos
de
referencia
discursiva
colapsan
uno
sobre
el
otro
.
Lejos
de
señalarnos
adónde
debe
dirigirse
nuestra
mirada
,
ese
territorio
intermedio
donde
la
obra
y
su
génesis
se
mezclan
,
lejos
de
esa
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Laissez-Faire
69
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práctica
ilustrada
,
Vargas
Llosa
parece
dar
un
paso
adelante
y
enfocarse
en
la
narración
detallada
del
proceso
disfrazado
de
la
evolución
de
una
idea
.
Así
,
el
escritor
genera
en
el
lector
el
trabajo
de
la
sospecha
.
Hay
,
ciertamente
,
una
historia
folletinesca
en
esas
páginas
:
el
relato
que
nos
lleva
de
Lima
a
París
,
Cuba
,
Londres
,
Tokio
y
,
finalmente
,
Madrid
,
como
escenarios
decorados
de
una
tormentosa
relación
,
más
neurótica
que
erótica
,
entre
un
niño
bueno
y
(
por
supuesto
)
una
niña
mala
.
Una
historia
de
ingenuidades
,
traiciones
,
cinismo
y
,
por
encima
de
todo
,
de
pasión
,
que
palidece
como
tal
si
la
comparamos
con
productos
tan
dispares
como
Diablo
guardián
,
de
Xavier
Velasco
,
o
la
magnífica
El
pasado
,
de
Alan
Pauls
.
Estamos
hablando
(
como
en
la
Mona
Lisa
de
Basquiat
)
de
la
mezcla
desacralizante
de
los
mitos
de
Madame
Bovary
y
Lolita
.
Cabe
,
entonces
,
preguntarnos
si
hay
otra
historia
detrás
de
este
folletín
;
o
para
ser
más
radicales
,
lo
que
realmente
deberíamos
interrogarnos
es
si
este
autor
consagrado
y
maduro
,
con
el
manejo
que
ha
mostrado
de
la
maquinaria
narrativa
modernista
,
es
capaz
de
entregarnos
una
historia
que
no
atraviese
al
menos
dos
niveles
semánticos
superpuestos
.
Mario
Vargas
Llosa
pertenece
a
una
clara
tradición
hispanoamericana
y
,
más
específicamente
,
peruana
,
de
escritores
que
se
han
encontrado
con
su
propio
país
viviendo
en
el
extranjero
.
Desde
los
años
del
romanticismo
tardío
,
el
modernismo
de
finales
del
siglo
XIX
,
la
vanguardia
,
hasta
llegar
al
Boom
,
muchos
escritores
,
ya
sea
por
razones
políticas
o
personales
,
se
han
visto
enfrentados
a
sus
países
en
ciudades
europeas
como
París
,
Madrid
,
Londres
,
Roma
o
Barcelona
.
En
el
caso
concreto
del
Perú
,
la
lista
es
ilustre
:
José
Carlos
Mariátegui
(“
Europa
me
reveló
hasta
qué
punto
pertenecía
yo
a
un
mundo
primitivo
y
caótico
”),
Isaac
Goldemberg
,
y
José
María
Arguedas
quien
,
a
pesar
de
no
vivir
fuera
,
es
uno
de
los
escritores
que
más
hondo
ha
buceado
en
las
preocupaciones
biculturales
de
los
países
indígenas
de
América
Latina
.
En
todos
estos
casos
,
el
tema
central
de
la
escritura
es
el
Perú
.
Vargas
Llosa
no
escapa
a
esta
obsesión
por
un
país
que
,
según
su
opinión
,
no
termina
de
encontrar
un
camino
claro
a
la
modernidad
.
A
grandes
rasgos
podría
decirse
que
esa
preocupación
se
manifiesta
y
establece
en
la
mente
y
hábitos
narrativos
del
autor
en
el
período
que
va
de
1962
a
1966
,
esto
es
,
en
sus
dos
primeras
grandes
novelas
:
La
ciudad
y
los
perros
y
La
casa
verde
.
Aquí
ya
aparece
clara
la
dramática
diferencia
(
como
señala
Doris
Sommer
)
entre
el
“
Perú
oficial
”
(
moderno
y
angustiosamente
blanqueado
)
y
el
“
Perú
profundo
”
(
atrasado
,
indígena
y
amenazado
en
su
pureza
).
Vuelve
a
aparecer
en
Conversación
en
la
Catedral
(
donde
la
pregunta
rectora
parece
ser
“¿
Cuándo
se
jodió
el
Perú
?”),
Pantaleón
y
las
visitadoras
(
enfrentamiento
del
pensamiento
oficial
con
la
barbarie
),
La
guerra
del
fin
del
mundo
(
exploración
histórica
del
dramático
encuentro
entre
la
ilustración
estatal
y
la
supuesta
irracionalidad
de
la
fe
cristiana
),
La
historia
de
Mayta
(
donde
introduce
un
elemento
más
de
diferencia
y
marginación
:
la
homosexualidad
),
El
hablador
(
cuya
primera
frase
es
:
“
Vine
a
Firenze
para
olvidarme
por
un
tiempo
del
Perú
y
de
los
peruanos
y
he
aquí
que
el
malhadado
país
me
salió
al
encuentro
esta
mañana
de
la
manera
más
inesperada
”),
Lituma
en
los
Andes
(
en
el
que
ese
“
Perú
profundo
”
está
representado
por
el
laberinto
del
mito
cretense
que
devora
a
los
ilustrados
jóvenes
atenienses
),
y
la
culminación
teórica
de
esta
preocupación
:
el
ensayo
José
María
Argue-
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Laissez-Faire
70
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das
:
la
utopía
arcaica
.
Después
vienen
dos
novelas
donde
el
tema
sólo
parece
quedar
de
lado
:
La
fiesta
del
Chivo
(
exploración
de
las
profundidades
autoritarias
de
la
enfermedad
latinoamericana
),
y
El
paraíso
en
la
otra
esquina
(
donde
confronta
a
dos
personajes
unidos
por
lazos
sanguíneos
,
uno
luchando
por
un
mundo
“
mejor
”
y
el
otro
renunciando
a
ese
mundo
civilizado
y
sumergiéndose
en
otro
,
olvidado
y
primitivo
).
Y
por
fin
,
en
el
2006
,
el
autor
peruano
nos
entrega
Travesuras
de
la
niña
mala
,
novela
que
,
si
la
leemos
más
allá
del
literalismo
ingenuo
,
parece
contarnos
la
historia
de
la
elusiva
y
decepcionante
relación
del
niño
bueno
,
Mario
Vargas
Llosa
,
y
la
niña
mala
,
esa
malhadada
mujer
que
,
justo
como
el
Perú
,
lo
sedujo
y
traicionó
,
lo
hizo
creer
que
era
suya
y
luego
se
le
escapó
para
fugarse
a
confines
insospechados
con
un
“
gangster
japonés
”,
el
jefe
yakuza
que
se
sirvió
de
ella
,
la
violó
,
le
quitó
toda
dignidad
y
la
redujo
a
una
piltrafa
al
servicio
de
sus
intereses
pervertidos
y
negocios
sucios
.
Historia
de
una
idea
,
la
de
un
Perú
escindido
,
enfrentado
,
irreconciliable
,
enfermo
crónico
que
sólo
parece
redimirse
,
curarse
,
para
volver
a
caer
en
profundidades
cada
vez
más
abismales
;
y
la
de
sus
intelectuales
,
simples
traductores
,
cronistas
atrapados
entre
el
panfleto
y
el
folletín
,
personajes
de
bolero
siempre
dispuestos
a
perdonar
las
traiciones
de
esa
mentirosa
,
de
esa
mala
mujer
que
atrae
y
esclaviza
,
profesional
del
arribismo
que
niega
su
condición
y
oculta
su
origen
,
la
que
lo
hace
decir
:
“
…
la
amaría
siempre
,
aunque
me
engañara
con
mil
Fukudas
[
el
‘
gangster
japonés
’],
porque
ella
era
la
mujercita
más
delicada
y
más
bella
de
la
creación
:
mi
reina
,
mi
princesita
,
mi
torturadora
,
mi
mentirosita
,
mi
japonesita
,
mi
único
amor
”.
Por
eso
,
al
final
de
esta
novela
indirectamente
autobiográfica
,
a
la
hora
del
crepúsculo
(
como
realmente
le
sucede
al
autor
),
la
niña
mala
(
o
“
el
malhadado
país
”)
le
dice
que
si
algún
día
se
le
ocurre
escribir
esa
historia
de
amor
no
la
haga
quedar
tan
mal
.
Ricardito
/
Mario
pregunta
:
“¿
Y
por
qué
se
te
ha
ocurrido
eso
?”
Entonces
ella
,
esa
incomprensible
sociedad
peruana
,
poniendo
punto
final
a
la
novela
,
responde
:
“
Porque
siempre
has
querido
ser
un
escritor
y
no
te
atrevías
.
(
…
)
Por
lo
menos
,
confiesa
que
te
he
dado
tema
para
una
novela
.
¿
No
niño
bueno
?”
Y
nosotros
,
terceros
en
discordia
,
respondemos
al
doblar
la
última
hoja
:
“
Para
más
de
una
,
…
para
más
de
una
…
”
Oswaldo
Salazar
(
Ph
.
D
.,
Boston
College
,
1994
),
actualmente
enseña
Filosofía
Política
en
la
Universidad
Francisco
Marroquín
.
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Laissez-Faire
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