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Marzo  1997

La mengua de la vida ética por la intervención corruptora del estado en el mercado

CategoríaMarzo 1997Filosofía

Armando de la Torre

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Armando de la Torre La Mengea de la Vida Ética por la IntervenciÓB Corroptora del Estado en el Mercado Dado que incluyo algunos COTiceptos claves en el largo título que encabeza la siguiente reflexión , permítasenme unas brevísimas educaciones sobre lo que entiaido por ellos . Por Etica me refiero al conjunto de normas de la conducta que la hacen moralmente aceptable a todos desde la perspectiva de algún fin último en la vida humana : Dios , la felicidad , el orden social justo , la preservación de la naturaleza racional del hombre , la cooperación pacífica , etc . Como tal , responde a motivaciones conscientes de ñierte int^sidad emocional que se traducen a la severidad de las sanciones con que se castiga cada violación de sus preceptos . A la Etica la veo aquí desde el ángulo del " individuahsmo metodológico ", esto es , desde el supuesto de que son los individuos , no las abstracciones de grupos , los responsables últimos del hiea o el mal que se haga . Armando de la Torre es Director de la Escuela Superior de Ciencias Sociales , Universidad Francisco Manroquín . Anteriormente fue Prefecto de Estudios del Seminario Pío Latinoamericano en Roma , y Profesor de Filosofía , Religión y Sociología en varías universidades norteamericanas . A la Etica sus tratadistas habitualmente le reconocen dos grandes campos de estudio : el de la escala de los valores y el de la ñi^te de la obligación moral . En el primero se discuten aquellos valores t^dos por supremos para la convivencia pacifica entre los hombres . Así , la prdiibición de no matar pretende resguardar el valor de la vida ; la de no robar , el de la propiedad ; la de no maitir , el de la verdad ; la de no adulterar , el de la patemidad . " A contrario sensu ", el mandato de honrar padre y madre o de dar al César lo que es del César se adereza a fom^tar los valores respectivos de la piedad filial o del cun : q } limi^to ccm los deberes ciudadanos . A un lado dejo los llamados " consejos de perfección ", reunidos en el Evangelio principabnente bajo el nombre genérico del " Sermón del Monte " y en otros incidentes y parábolas de la vida de Jesús , que son más bien invitaciones a una vida de superior generosidad para con Dios y con el prójimo ( como el monosprecio de las riquezas o la renuncia a la vida de familia ). Creo oportuna otra observaciói con respecto a los valores : se afirma a veces que todos los valores son relativos . Esto es una equivocación ; lo relativo no son los valores , al menos no todos ellos , sino sus escalas , es decir , la importancia relativa Laissez-Faire 44
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que les asignamos m un rango , según su mayor o menor importancia , en el que estén engarzados . Otro punto importante : los problemas éticos no suelen ofrecérsenos reducidos a una simple elección entre un bien y un mal moral indubitables , sino como dilemas difíciles de resolver entre dos bienes , de los cuales uno habría de ser sacrificado , o entre dos males , de los que uno habría de ser deliberadamente escogido . En cuanto al segundo campo importante del estudio de la Etica , el de la fuente de la obhgación moral , con ello se quiere responder a la pregunta : ¿ por qué he de preferir el bien al mal , o lo más bueno a lo m^ios bueno , o lo menos malo a lo más malo ? Este cuestionamiento devino inaplazable cuando se introdujo en el mundo mediterráneo clásico de Roma y Grecia la concepción semita de un Dios Creador que interviene personal y continuamente en la naturaleza y en la historia . Un Dios , por tanto , que se erige en la conciencia íntima de cada individuo como el rasero inapelable de la obligación moral . De ahí que se haya insistido ai que el cristianismo le abrió a la moral una interioridad que había estado ausente en los tratados de los grandes pensadores de la Antigüedad . Por eso distinguimos hoy entre dos enfoques fundamentalmente diversos al discutir el tema del sentido de la obligación moral : el categórico y el prudencial . El primero se ubica dentro de las grandes cosmovisiones monoteístas del Judaismo , el Cristianismo y el Islam , y en él las intenciones del agente al actuar scxi las determinantes decisivas del sello moral , bueno o malo , de cada acción . Una versión racionalista y no teísta de lo mismo , debida al pensador del siglo XVIII Immanuel Kant , el unperativo categórico , no vale la pena analizarla en esta breve discusión , dado el escaso tiempo de que disponemos . En el segundo , el sistema ético prudencial , las consecuencias de nuestros aaos que se perciben como buenas o malas , más que nuestras intenciones , deciden de la calidad moral bondadosa o malévola de cada acto . He de apresurarme a añadir que las reflexiones teóricas sobre la conducta en el marco del mercado suelen ser abrumadoramente de la índole prudencial , no de la categórica . Una razón para esto último parece en parte residir en el hecho de que la sociedad abierta , la sociedad competitiva basada en la división del trabajo , es un fenómeno relativamente reciente y en algunos casos posterior al surgimiento de las grandes corrientes morales del monoteísmo , con sus valores centrados más bien en las sociedades cerradas de la femiha y de la tribu . En la perspectiva prudencial , el mercado y el Estado , por otra parte , son dos medios muy diversos para lograr la cooperación que se considera moralmente deseable entre hombres civilizados : el mercado es un proceso de intercambios voluntarios , es decir , pacíficos , que institucionahzamos en los contratos , y donde ambas partes iguales entre ganan , según las respectivas utilidades subjetivas (" marginales " las llaman los economistas ) de lo que ceden y de lo que adquieren . Un juego suma-positivo , como se dice hoy día . El Estado , en cambio , es otra manera de cooperación , esta vez obligatoria , según una jerarquía de prioridades fijadas unilaterahnente por la autoridad pública , de donde puede resultar aplicable el famoso aforismo de Montaigne : " La ganancia de un hombre es Laissez-Faire 45
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la pérdida de otro ". Un juego suma-cero , en la misma jerga de las Ciencias Sociales contemporáneas . £ 1 Estado , en cualquiera de sus manifestaciones históricas ( la polis , el Inq^erio , la nación ), ha pretendido esencialmente responder a aquellas necesidades básicas de los individuos de protección efectiva y aproximadamente igual en sus personas y en sus bienes contra otros de dentro o de fuera de la comunidad organizada , y tambiái de dirimir los conflictos inevitables que surgen entre ellos , por medio del monopolio de la coacción y de su aparato de la administración de la justicia . Pareciera que no hubiera de ofrecérseos problema moral alguno en conciliar estas dos formas simultáneas de cooperación humana . Desgraciadamente como nos lo recordara Lord Acton " el poder corronq ) e , y el poder absoluto corroiiq ) e absolutamente ." Al Estado se le reserva el monopolio del uso de la fiíerza para que pueda satisfacer más eficientemente esas necesidades individuales y colectivas de protección y justicia . Pero la imperfección de nuestra naturaleza , que busca siempre economizar esfiíerzos aunque sea a costa del bienestar ajeno , ha llevado una y otra vez , en todas las latitudes del globo , al abuso de ese poder estatal , es decir , a la corrupción del mero monopoUo coactivo . Por eso los * Svhigs " de la guerra civil ai la higlaterra del siglo XVII etre el Parlamento y el Rey insistieron , sobre todo por boca de Jdm Locke , en que habría de establecerse limites bien estrechos y precisos al ejercicio de ese poder . De ahí también la corríente constitucicxialista modema con la que todos estamos hoy tan éuniharizados y su uheñor refinamiento en el concepto contemporáneo del Estado de Derecho . Por corrupción , por lo tanto , entiendo oitonces el desvio de recursos ajenos para fines que no son los de la aprobación de aquellos ciudadanos que los generaron sino para otros que arbitrariamente fijan en su propio beneficio quices se alzan con el poder de consumirlos , ya sea por serles accesible el uso o la amaiaza del uso de la fuerza estatal , ya , quizás con mayor frecuencia , por el recurso al engaño político . Las manifestaciones modemas de esta corrupción scm variadísimas ; los sistemas totalitarios de los que hemos sido testigos durante este siglo ^y de los que todavía nos queda como botón de muestra el totahnente corrupto que in : q ) era en Cuba han sido su expresión más extrema . En como en toda esclavitud ^a la fimcirái ellos la pers (») a ha quedado degradada de meras herramientas para los fines del poderoso de tumo . Pero ya a las puertas del tercer milenio nos queda esa otra versión corruptora , más insidiosa y diseminada , del Estado que se aitromete en las relaciones contractuales entre individuos y que ccMiocemos eufemísticamente como el " Estado bmefector " {" Welfare State "). Este se nos ha hecho presente en todos los rincones del planeta , ea unos más y en otros menos . Su objetivo declarado es la redistribución niveladora de la riqueza ya generada y distribuida pacifícamete por el mercado , vía inq ) uestos progresivos , por ejemplo , o la protección a empresarios , el tutelaje de los obreros o de los grupos étnicos , la erección de monq^olios legales ( es decir , los que vedan por ley el acceso a otros competidores ), la mukiplicacirái de regulaciones que eleven los costos de transacción y orillen hacia la informahdad a los posibles nuevos oferentes o aim los ahoguen del todo , los controles de precios a granel , o inclusive a través de la Laissez-Faire 46
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mediación del más mmoral de los fraudes monetarios : la inflación . Al fondo de todo ello anida con demasiada frecuencia la fea mancha moral de la envidia , y por supuesto la arrogancia ( con razón llamada " fatal " por Hayek ) de quienes desde el poder creen saben mejor que los demás lo que a los demás conviene o lo que los demás deberían preferir . El mercado , se ha visto una y otra vez , distribuye lo que se produce con una justicia aproximadamente proporcional a lo que cada uno aporta a la producción . Aquí quiero subrayar la legitimidad moral del lucro empresarial , que hace , sólo él , posible a mediano plazo la existencia de la retribución a los otros factores de producción en la forma de rentas para el terrateniente , salarios para el obrero , intereses para el capitalista , y hasta impuestos para el gobiemo , sin contar las donacicmes adicicmales para las instituciones de beneficencia . Además , la competencia que le es consubstancial disciplina moralmente a todos los en él involucrados y facilita esa autocorrección de nuestros excesos que tan rara vez vemos lograda en los ámbitos de las jerarquías del poder político . En todo ello poco cuentan prudencialmente las intenciones morales con respecto a los fines últimos , como los sentimientos de amorosa solidaridad , que se les pretende impcMier coa las ficcicsies de nuevas " virtudes " como la de la tan mentada justicia " social ," o la delimitación de un bira " común " independiente de la suma de los bienes particulares de los individuos que integren una sociedad libremente organizada y que busquen racionaknente maximizar sus bmeficios y minimizar sus costos . Esa preocupación con fines últimos no abiertos al anáhsis racional ha llevado al descuido inmoral de las verdaderas funciones del Estado : asegurar la estricta observancia de los contratos , el respeto igual a los derechos de todos , sobre todo los de la propiedad y sucesión , el apego minucioso a las normas del debido proceso en los conflictos de interpretación de esperar entre hombres limitados e imperfectos condiciones más que suficientes para esa virtud de la justicia a secas entre hombres dispuestos a cooperar pacíficamente intercambiando recursos por definición siempre escasos y que nunca nos resultan accesibles sin un dispendio de esfuerzo tenaz . A esto se refería D . H . Robertson cuando hace unos años se preguntaba "¿ Qué es lo que economizan los economistas ?"* Al identificar las reglas de la conducta en el mercado , los economistas nos ahorran el tener que apelar a la buena voluntad del creyente , su amor a Dios y al prójimo , al intencicmalismo moral , en fin , en nuestros actos , que son de la esfera íntima ^y ciertamente bienvenida de la moral categóríca , pero también , como resortes de la acción , de entre los recursos más escasos . Y como este " ahorro " se ejecuta a través del Derecho vigente , por ello mismo había adelantado Jellinek que el Derecho es " un mínimo de moral ." Después de más de un siglo de ensayos , a veces heroicos , y a un costo en sufrimi^to humano inmensurable , de intentar sustituir por el Estado , con su planificación central del bienestar igual para todos , aquel otro bienestar desigual resultado de aportes en el mercado desiguales , por fin parece que la humanidad comienza a aprender de sus errores . La tendencia a reducir la intromisión enormemente exagerada de los políticos en los procesos del mercado empieza por devolver a los hombres al menos parte de Laissez-Faire 47
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